Retrato: Zaida del Río

Zaida del Río

Entre la lucidez y el frenesí

La carrera de Zaida del Río ha sido consistentemente frenética y ascendente. Críticos y simples observadores, alumnos entrenados y personas que recién comienzan a mirar el mundo del arte (cada uno con su experiencia) encontrar en el trabajo de este cubano no solo razones convincentes de admiración y brillantez, pero, sobre todo, La proyección estéticamente consolidada de una sensibilidad.

De cerca o de lejos, en un medio u otro (pintura, dibujo, grabado, cerámica y rendimiento), Zaida ha logrado lo que muchos otros niegan: una imaginería distintiva, una marca de identidad. A lo largo de la trayectoria de su carrera, desde la etapa inicial hasta la actualidad, su evolución creativa se ha mantenido con elementos constantes que se manifiestan en su capacidad de invención, la exhibición lírica, y la exhaustiva elaboración de sus proyectos

Ella ha explicado este estado de lucidez con las siguientes palabras: “Mi alma se despierta en el preciso instante en que el día y la noche se encuentran.

Sería culpable de reduccionismo si estableciera un vínculo directo entre el origen y la educación de la artista y sus resultados., pero no se deben omitir las referencias biográficas y el entorno social en el que maduró su obra.

Zaida es de origen campesino. Abrió los ojos y dio sus primeros pasos en Guadalupe, una alegre zona rural en el centro de la Isla, diez kilómetros del núcleo urbano más cercano. Tanto la convivencia familiar con gente trabajadora sencilla como el contacto con la vida salvaje nutrieron el talento de la artista y sembraron experiencias que nunca dejarían de aparecer en sus obras..

 

Con su vocación por el dibujo, ella se benefició, como tantos otros, de la proliferación de instituciones de enseñanza especializada en todas las provincias del país como resultado de las políticas educativas y culturales inclusivas iniciadas por las nuevas autoridades cubanas en la década de 1960. Zaida ingresó a la Escuela Provincial de Arte de Cienfuegos, en el centro-sur de la Isla, en 1967.

Fue un período de aprendizaje de los conceptos básicos del oficio., con disciplina académica e interacción con adolescentes que, como ella, Querían convertirse en artistas pero tenían que demostrar que tenían fuerza y ​​talento para triunfar.. También fue el descubrimiento del ritmo de la vida urbana., de la solidaridad entre estudiantes, de la afirmación de la fuerza interna.

Estos últimos factores surgieron con mayor intensidad cuando, dadas sus aptitudes prometedoras, fue admitida en la Escuela Nacional de Arte de Cubanacán en La Habana (ENA); el más alto nivel de educación artística profesional en ese momento.

Ella estudió allí desde 1971 a la 1974, completando lo aprendido en Cienfuegos. Tenía maestros de primer nivel que estaban entre la primera generación de egresados ​​de la ENA, such as Tomás Sánchez, Luis Miguel Valdés, Nelson Domínguez, and Ernesto García Peña. Pero tan importante como esa instrucción fue la entrañable relación con la ilustre y popular ciudad, el Malecón y centros culturales, sus compañeros y poetas, danza clásica y mitos de origen africano.

La Zaida que regresó temporalmente a enseñar en Santa Clara después de su graduación, quien a principios de los 80 mejoró sus dotes artísticas en el Instituto Superior de Arte, quien más tarde asistió a la École des Beaux Arts de París para extraer de las fuentes de una tradición y confrontar sus raíces con el ambiente cosmopolita por excelencia fue, esencialmente, la adolescente que se hizo joven en la ENA: una artista que sabía que era libre de conquistar el mundo sin dejar de ser ella misma.

El trazo confiado, la perseverancia al afrontar el evento artístico, el arraigado sentido de pertenencia, la coherencia entre espíritu poético y rigor compositivo que se destaca en su obra había sido dominada entonces y es parte de su estilo y carácter.

Ni vientos posmodernos, ni las modas y tentaciones del mercado en constante cambio han separado a Zaida de lo que ha querido ser. Tómelo o déjelo, aparece o desaparece de los premios y reconocimientos oficiales. Pero no es posible evitar que sea dueña de un camino que recorre con orgullo., acompañada de su claridad y luminosidad y protegida por los principios que defiende.

Este movimiento la ha llevado a países cercanos y lejanos; dialogar con diferentes culturas; respirar atmósferas insólitas; y ampliar coherentemente su horizonte creativo hacia la literatura, música, artes aplicadas y performance sin abandonar su arraigada personalidad.

Un ejemplo: en 2009 ella viajó a la india, expuso sus pinturas, dictado sobre arte cubano, recorrió Nueva Delhi, santuarios visitados, se entusiasmó con la espiritualidad filosófica de las tradiciones del país, conocimiento intercambiado, pintó una obra alegórica dedicada a Indira Gandhi, y terminó incorporando esa experiencia como la cubana que nunca dejará de ser Zaida del Río.

Otro ejemplo: de estudiante en Cubanacán se escapó del internado para bailar al ritmo de las orquestas de música popular en los clubes de Playa Marianao. En 1994 se unió a la coreógrafa Lídice Núñez y al ensamble Danza Contemporánea de Cuba para producir la pieza Terriblemente inocente (Terriblemente inocente) basado en las figuraciones en su pintura. No le bastó haber sido fuente de inspiración y colaboradora en la puesta en escena; ella también bailó en la actuación de apertura.

La poeta Arístides Vega Chapú ha dicho sobre su forma de afrontar la vida: "Como ella ella misma ha registrado en su pintura un mundo mágico en el que los hombres, santos, plantas, y los animales hablan y testifican sobre la existencia de una belleza superior o real, ha logrado demostrarse a sí misma que es posible transformar todo lo que la rodea, desde los objetos más insignificantes hasta los más necesarios y esenciales, con ese ingenio envidiable para superar todo tipo de obstáculos o exigencias ”.
Asistida por tales impulsos, es imposible dividir su trabajo estrictamente en períodos.. No lo es, como en otros casos, una carrera de relevos en la que se abren y cierran ciclos temáticos. Se podría hablar más bien de una especie de palimpsesto, como un motivo lleva a otro, y un tercero y un cuarto se superponen.

De paisajes transfigurados a signos del zodíaco, del Tarot a los corazones, de las encarnaciones terrenales del orishas a la célebre mujer-pájaro, la creación del mito y la angustia delirante atraviesan todo lo que hace con una mezcla de intensidad y ligereza.


El intelectual cubano Reynaldo González advierte que, al valorar la iconografía de Zaida, “La experiencia y los dictados de su imaginación se fusionan sin engaños. . . . Ella no apela a lo explícito; a temas que se vuelven huecos con la repetición, ni se conforma con repetir fórmulas aprendidas. Ella prefiere la sorpresa, los pasajes que descubre al pintar; y ella es la primera en deslumbrarse con las posibilidades que ofrece el pincel y la unión de formas y co
ors – un juego incesante ".

El elemento femenino está en primer plano, no como demanda igualitaria o discurso de género, sino simplemente como condición humana. Pruebas de ello están en las pinturas seleccionadas para ser exhibidas en Zurich.. Observar la elegida (La tríada), en el que un sutil elemento oriental se expresa en claves muy refinadas. Ver Espejo de agua (Piscina reflectante), un ritual de purificación que escapa a las lógicas de la época. Confrontar Siembra (Siembra), que en una mínima superficie muestra la ambición coral de un gineceo sin fronteras, a veces los colores estallan y un festivo, hasta el espíritu insolente invade el lienzo. A veces también la moderación cromática frena el espíritu barroco natural del artista.. Y como el alfa y omega de su acercamiento: el dibujo, el culto de la línea.

Alguien le preguntó a Zaida si alguna vez había soñado con volar. “Miro una ventana y todo lo que quiero es un par de alas para salir y ver todo desde arriba," ella respondió y se quedó callada. Detrás, en cada una de sus obras, un vuelo en forma de espiral llega a las estrellas.

Virginia Alberdi Benítez, Crítico de arte, la Habana, Enero-febrero de 2017

 

Virginia Alberdi Benítez (la Habana, 1947) Egresado del Instituto Superior Pedagógico Enrique José Varona, 1970. Crítico de arte, editor of Artecubano ediciones. Durante más de veinte años fue Especialista en Promoción del Consejo Nacional de Artes Plásticas (BOTÓN). Durante cinco años fue especialista senior en la galería Pequeño Espacio, en CNAP. Ha comisariado numerosas exposiciones individuales y colectivas.. Sus textos aparecen como colaboraciones en La Jiribilla, Periódico Granma, the tabloid Noticias de Arte Cubano, las revistas Artecubano, En Cuba, Acuarela. Ha escrito textos para catálogos de diferentes artistas..