Pedro Pablo Oliva
Por Leonora Oliva
Cuando Pedro Pablo Oliva fue anunciado como ganador del Premio Nacional de Artes Visuales[1] en 2006 nadie se sorprendió. Según lo declarado por David Mateo, esto fue "un premio de consenso público". Y es así porque el trabajo de Oliva es, indudablemente, uno de los mejores ejemplos de artes visuales en la isla. La trascendental distinción no implicó el establecimiento - ya asegurado hace muchos años por dicho “consenso público” - sino meramente una confirmación del aporte sustancial de este creador con su obra y su lugar preeminente en la historia del arte cubano..
La obra de Pedro Pablo Oliva ha estado firmada por el espíritu de la llamada "generación de la verdadera esperanza", el que inundó el campo artístico cubano durante la afligida década de los setenta, Moldeados principalmente --artística e ideológicamente-- a fines de la década de 1960 en las aulas y talleres de la Escuela Nacional de Artes de Cubanacán, primera de su tipo fundada por la aún joven Revolución Cubana. Dicha formación académica, los miembros del personal y una mezcla improbable de nostalgia y proyección utópica (además de que un cierto sentido de urgencia exhortaba a retomar y concretar la búsqueda de una expresión idiosincrásica nacional) Terminó acercándose a muchos de estos artistas, en su forma y espíritu, al proyecto de la primera modernidad cubana. Fueron años de lirismo explosivo e idealismo utópico disfrazado de realismo, concretado en obras que ensalzaban la vida rural, los rostros anónimos de la gente y la epopeya del individuo cotidiano, simbólicamente validado por el poder revolucionario. Este imaginario y su tradición fueron entonces ostentados y defendidos como elementos identificativos claves en la expresión de lo “esencial cubano”..
Oliva logra resumir la conmoción espiritual de una Cuba convulsa con imágenes que son anagramas de la vida cotidiana. Su propuesta artística nace del día a día, de la forma en que el hombre común capta las realidades y circunstancias que lo rodean. El suyo es un trabajo anecdótico, de mirada local, y es precisamente esta condición la que refleja su universalidad. Pedro Pablo Oliva exige al espectador la comprensión de algo más que los aspectos formales de una imagen o los preceptos conceptuales de un credo o manifiesto creativo: exige la búsqueda y comprensión de un contexto, de una escena "diferente" que, además de ser "exótico" en principio, muestra una autenticidad sin igual si se compara con el resto del planeta, y está igualmente lleno de humanidad.
Las piezas que componen Rostros de una Isla (CARAS DE UNA ISLA) corresponden a la obra del pintor de 2013 hasta la fecha. Esta es una pequeña selección de la abundante producción artística de Oliva., un artista que no para ni un segundo su actividad creativa. A pesar de haber sido diagnosticado con la enfermedad de Parkinson en 2010, Pedro Pablo no abandona sus lienzos ni sus cartones: cada vez está más obsesionado con el control de la línea, Aferrándose a este acto que lo define. Tanto esculturas como dibujos exhiben lo surrealista del escenario cubano, con el estilo paradigmático de dibujar figuras de este artista.
[1]Máxima distinción otorgada por el Consejo Nacional de Artes Visuales de Cuba (BOTÓN, el acrónimo en español) a un artista cubano residente en la isla, por el trabajo de su vida.